Escuelas de ferrado

Escolas de ferrado (ler en Galego)

Desde 1857 hasta bien entrado el siglo XX, la enseñanza primaria fue deficitaria en las zonas rurales por la poca atención y escasas posibilidades del Estado.

La Ley Moyano, determinaba que en cada pueblo de 500 habitantes, habría dos escuelas públicas elementales, una de niños y otra, aunque incompleta, de niñas.

Pues bien, en 1908 no existía más que 1,4 escuelas por cada 1000 habitantes.

Los contenidos que se transmitían en aquella escuela eran pobres, con material didáctico escaso y en mal estado.

Las lenguas autóctonas no se utilizaban, por considerarse idiomas incultos, amén del férreo centralismo de entonces, y por si eso fuera poco, en 1924 durante la dictadura de Primo de Rivera, los contenidos educativos y el personal docente, fueron sometidos a un estrecho control ideológico, que se reactivó en los primeros años del franquismo, en los que fueron depurados y/o perseguidos numerosos profesores, que se sustituyeron por un alud de maestras formadas en las escuelas normales.

Si a esto le sumamos, la dejadez institucional hacia determinadas zonas del país, nos encontramos con el caso de la Galicia rural, miles de aldeas en las que miles de niños y niñas no podían acceder a la educación, ahí es donde se hacen imprescindibles las llamadas escolas de ferrado.

Se llamaban así, las escuelas que eran sostenidas por los labriegos, normalmente el pago de la enseñanza se hacía en especie: un ferrado de centeno, de trigo o maíz por alumno y año.

Además de la cantidad estipulada, fuese en especie o en metálico, el escolante tenía derecho, al menos cuando se tenía que desplazar, a una cama para dormir y a la comida, bien fuera siempre en la casa de un vecino o sucesivamente en las de todos los contratantes.

Funcionaban en los meses de invierno, ya que durante el resto del año había demasiado trabajo que hacer en el campo y tanto el maestro como los niños eran necesarios para ayudar en las labores.

En el año 1876, había en el concello de Baleira 22 escuelas de esta naturaleza, de las que 17 eran de temporada y las otras 5 ambulantes, o sea que no tenían un local fijo, sino que los maestros daban clase indistintamente en casa de uno u otro vecino.
Allí se les enseñaba principalmente a leer, escribir, matemáticas básicas y el catecismo.

Escuela pública de Millares en la que aún se conserva el escudo oficial.

Las personas encargadas de la enseñanza, los llamados escolantes, solían ser maestros sin titulo, que pese a sus pocos  medios y a veces limitada formación, realizaban una labor maravillosa y valiosísima, contribuyendo a hacer posible la difusión entre las clases más humildes, de la escritura y de la lectura.

En un primer momento, para el aprendizaje de la lectura, no se usaban libros, sino otros artículos disponibles o elaborados por el maestro, tales como pizarras de losa, pizarrines del mismo material y las llamadas "cartas", que eran manuscritos donde figuraban desde letras y silabas hasta palabras y textos más o menos largos.
También se usaban documentos personales de los alumnos, como cartas propias de las casas, permutas, compraventas, testamentos....

En Millares, como en el resto de aldeas de la zona, también existió la figura del escolante, uno de ellos fue el Sr. José María Gómez Lombardero, natural de Montecubeiro, que dio clase en Millares y en A Braña durante varios inviernos, antes y después de la guerra civil española.
También sabemos, que en la década de 1920, dio clases en Millares una maestra originaria de Andalucia, su nombre ha quedado en el olvido al igual que el de tantos otros maestros que intentaron llevar un poco de luz a las vidas de las gentes de las aldeas, con medios casi inexistentes, pero con el afán de enseñar lo poco que ellos sabían.
Nunca se les reconocerá suficientemente la impagable labor que desarrollaron. 

En una página del libro, Escolantes e escolas de ferrado, del catedrático titular del Departamento de Pedagogía de la Universidad de Coruña, Narciso de Miguel, (Cádavo, Lugo, 1955), se recoge una fotografía, de tres escolantes, que hoy son historia. 

El de la izquierda, el ya citado José María Gómez Lombardero, dio clases en el Val durante ocho o diez años, ocho o diez inviernos, de clases intensivas. ¡Era lo que había entonces, y peor fue en otros lugares, que ni escuelas privadas tuvieron!.
En el centro, su hijo, Gómez Vilabella; y a la derecha, otro escolante, José Manuel Miranda Fernández, que "escoló" la parte de Adai, y posteriormente fue maestro sustituto de la titular en las escuelas públicas de Pombal y Sarceda de Montecubeiro.

El señor José María de Gómez, que era como se le conocía, también redactó y dirigió algunas “corridas” o “sentencias do galo” celebradas por aquellos años en esta zona, espectáculo carnavalesco y satírico en el que se condenaba a un gallo por ciertos vicios habituales entonces, entre ellos un considerable machismo.

Su hijo, Xosé María Gómez Vilabella, escritor, autor de las obras: "Historias intra da bisbarra", "Aqueles mestres", "De mámoas e talaiots", "A Mestra das saias longas", entre otras muchas, zoqueiro, maestro, investigador...; podriamos seguir enumerando sus obras, oficios e inquietudes durante horas, puso también escuela en Librán en las casas de Dominguez y do Pequeno, en el invierno de 1947/48.
Montecubeiro destacó en nuestra comarca con sus maestros de "a ferrado" debido al efecto cultural que traían de su convento de frailes dominicos.