Piedra, pizarra y madera, son los materiales de los que está hecha el alma de la aldea.
El embrión básico de toda aldea era la
casa familiar, la casa de labranza, que se trasmitía por herencia del padre al
hijo mayor con el deseo de
garantizar que la supervivencia de la casa fuese viable y a ser posible
engrandecida en las generaciones venideras.
El hijo nombrado heredero, también
conocido como mayorazgo se casaba con una mujer que además de dar nuevos
herederos también contribuía y mucho al engrandecimiento del hogar, tanto con
su trabajo como con sus propios bienes que también pasaban a ser parte de la heredad.
Las piedras de las casas, testigos mudos del devenir de los siglos guardianas de secretos, amores y desamores, nacimientos y muertes, generaciones enteras acunadas entre sus muros.Cuantos "tesoros" pequeños o grandes, conseguidos con un esfuerzo titánico, habrán quedado olvidados entre los huecos de las piedras antes de que la modernidad invitase a taparlos con cemento condenandolos al olvido.
Cuando las construyeron buscaban un lugar para protegerse de las inclemencias del tiempo, para sus familias y sus animales, muy alejado de la idea de un hogar que tenemos hoy en día donde nuestra casa sirve además de para protegernos para evidenciar nuestro estatus social.
2 comentarios:
me ha encantado esta entrada... llena de nostalgia y verdades sencillas... aunque en realidad si algun dia construyo una casa esta sera de piedra gallega...
ATT Juan Otero, Gallego nacido en Caracas.
Hola Juan, gracias por tu comentario, espero que construyas algún día esa casa y si puede ser en Galicia.
Saludos.
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